EL TERCER OJO

viernes, 21 de enero de 2011

De la necesidad permanente y el consumo.



¡Por fin! Tengo mi nueva tostadora.
Esta bien que no es “la tostadora” pero es todo lo que necesito para robarle quince minutos al día y aprovecharlos para dormir. Me levanto a las 6:30, pongo el pan a tostar y me meto al baño. Cuando salgo, toalla en mano, pongo el pan en la mesa y mientras me calzo le voy untando la mermelada. Nunca más eso de poner la tostadora sobre la hornalla y estar pendiente de que no se me queme. Darlo vuelta con el tenedor; ponerlo en el plato y esperar a que se enfríe. Ya me quemé cien veces tratando de untarlo mientras está caliente. Ahora listo, con mi nueva tostadora puedo poner el pan y dejar que se haga sólo sin vigilarlo: que simple es la vida. Gracias a mi nueva tostadora a las 6:45 estoy en la parada esperando el tres cuarenta y uno.
Lo único que me molesta es levantarme a poner las dos rodajas de pan lactal en las ranuras de la tostadora por la mañana. Ahora que lo pienso bien, Ferraresi de contables tiene la misma pero con timer. Deja el pan desde el día anterior y se mete de una al baño. ¡La tostadora se baja sola y tuesta en forma programada! No se quema cuando lo saca porque se va enfriando mientras se baña. Él duerme quince minutos más…
Pienso, saco cuentas. Creo que si no uso la tostadora por un mes, entre lo que me ahorro de luz y pan lactal, en un mes tengo mi nueva tostadora con timer. Que lindo va a ser dormir quince minutos más. No veo la hora de tener mi nueva tostadora.

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