EL TERCER OJO

martes, 19 de abril de 2011

La crecida de los mares



Las aguas nunca fueron mansas. A lo largo del tiempo han sabido chocar contra la orilla en presuntuosa amenaza; llevarse cada tanto un poco de lo que hay en el continente fue una llamada a la atención de los isleños. Ellos no ven los que sucede, sólo ven agua.

Las aguas migran y están contenidas; las hay superficiales y submarinas. Las aguas se hacen ríos, mares, charcos. No hay agua que no sea reconocida como tal.

La diferencia de todas es el marco que las contiene. Las que viven en el charco viven solas, aisladas; las que viven en el rió se pasean por los canales surcando meandros en busca de un destino que no alcanzan sino hasta su salida al mar. Las que en el mar se encuentran agitan los fondos para mover la superficie. Son hijas de las contramareas; se definen por su oposición.

Las aguas marinas amenazan la candidez de la orilla y se suben al continente bajo empujones que cubren las playas. No hay aguas marinas inmóviles. En cualquiera de los tiempos, en cualquiera de las eras, el mar es siempre igual pero siempre distinto. Lo contiene una estructura que lo hace mar, océano, pero nunca ha dejado de ser agua.

La marea es amenazadora. Su movimiento se registra bajo oscilaciones que se producen en la orilla. No hay manera de saber si hay marea alta desde la marea misma. El continente es el que se ve amenazado con las olas. Es su costa la que se borra con el avance del mar; las aguas que crecen nunca dejan de ser aguas ni cambian su formatura. Sólo logran que el marco se achique y se incremente su espacio. Es la tierra la que contiene los límites, no el mar. “Las costas del continente son las costas de la época, porque en la tierra están los medios para hacer retroceder al mar, también para crecer sabiéndose tierra”, dijeron los sabios.

La inundación es la utopía de los mares; la inundación es el sueño de las gotas; el reencuentro de los charcos y el camino de los ríos. La inundación promete cerrar los caminos para abrirlos para siempre. Sin continentes, censura de la tierra, las aguas reinarán sobre un terreno donde siempre fueron mayoría; del que siempre constituyeron su forma. ¡No hay aguas mansas, hay corrientes dormidas!

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