EL TERCER OJO

viernes, 20 de mayo de 2011

Notas encontradas en el cuaderno de un loco.

Sentado espero





Sírvase-
Gracias, dígame cuánto es por favor- Me gusta levantarme e irme sin esperar.
Capuccino y dos medias lunas… 18 pesos-
Toma, dejalo ahí- le extiendo veinte.

Revuelvo, sorbo, le agrego azúcar y vuelvo a sorber.

La espera me mata, el libro es una excusa que me sirve para sentirme seguro. Cuando llegue quiero que me vea intelectual, sólido, formado. Quiero que con sólo mirar la tapa del libro descanse algo de ella en mi. Sorbo.

No se por qué la espero pero la espero. Bueno, en realidad si se por qué: la espero porque siempre creí en ella, la espero para salir de donde estoy y dejar de ser quien soy. La espero porque con su sonrisa fresca puede cambiar todo y a todos. La espero porque le dará sentido a mi vida.

Es una corazonada pero sé que será así. No la pude seguir, no la pude alcanzar, pero se que cuando llegue me va a necesitar. Ahí estaré yo: firme seguro, escritor, periodista, científico, un completo candidato para asistirla. Seré ni más ni menos que lo que ella necesita. Con el tiempo incorporé a mi aperos distintas vivencias, momentos, verdades que me fueron contando que ella venia y la espero.

La ventana del bar se cierra de una forma rara, como la de los trenes. Doy el último sorbo, apago el cigarrillo y nuevamente vuelvo a ensuciarme la punta de los dedos con las cenizas. Odio cuando esto me pasa, pero más odio me da ver la colilla humeando y el olor a quemado que larga el filtro. Es asqueroso. Son los nervios que me traicionan.
Nadie la espera, sólo yo. Todos se miran, sus caras parecen hijas de la resignación. Yo la tengo a ella que en cualquier momento viene y entra por la puerta como un vendaval. Viene y me salva, me saca de esta mediocridad. Me saca quizá para meterme en otra pero que yo elija. Quiero perder pero siendo yo quien decida arriesgar. Ella sabe de lo que hablo.

Creo que voy a vomitar de los nervios. Debe ser que ya está cerca porque me sudan las manos y me tiemblan las piernas. Me arreglo el pelo y me huelo. Tengo el olor de una persona que hace días lee, camina y fuma. No recuerdo cuando fue la última vez que comí. Seguro antes de enterarme que vendría. Las mesitas redondas, bruñidas, están cargadas de personas que se echan encima de ellas con desgano. Los trajes grises y marrones, creo que estoy viendo una foto. El movimiento del mozo me saca del ensueño.
De todos modos, cuando ella venga me dejará de importar nada y me importará todo. Tengo tanto para decirle. Estoy seguro que ella me dirá mucho más, pero algo he de decirle. ¡Cuánto tarda! El nudo en el estómago es una mezcla de acidez con una puntada profunda. Me arreglo el pelo, me enderezo y prendo otro cigarrillo.

La espero mucho.

Mozo, otro cigarrillo- ¿qué dije?- otro capuchino por favor- la espera me está matando. Todavía no toque las medias lunas.


La Habana, 1 de enero de 1959

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