EL TERCER OJO

martes, 24 de mayo de 2011

La novela del mismo cuento



La expedición va a ser muy dura- comentó Alex Von Weizt
Nos fuimos a dormir con la sensación de que todo estaba por suceder y de que estábamos haciendo historia.
Al amanecer, desobedeciendo las indicaciones de los conserjes, abrí la ventana y observé el panorama: viento árido, poca visibilidad y mucha pero mucha arena. Desde el vacío en mi estómago hasta el nudo en mi garganta, todo me hacía pensar que se desataría una aventura de novela. Era todo lo que buscaba. Una aventura no; yo buscaba una novela.
Nunca me interesaron las viejas civilizaciones y, aunque sé que mucho de lo que hoy sabemos y pensamos se lo debemos, que mierda me importa si Ramses se subió al Monte del Olimpo y degolló a Aquiles por el talón. Me da igual. Yo soy un escritor con muy poca imaginación que se vale de las cosas que ve para producir. Nada más. Esto me proporcionaría una buena historia, una película quizá, algún premio modesto que me permitiera levantar un poco mi moral y mis honorarios en la editorial.
Lord Voltimor, la expedición está a punto de salir- me alertaron del otro lado de la puerta.
Las botas en marrón; el pantalón, beige; el cinto del color de las botas; camisa blanca; el chaleco, también beige; pañuelo al cuello y sombrero. Si, parezco Indiana Jones. ¿Hay otra forma de ir a una expedición sin saber nada de arqueología y procurando disimularlo? No.
Muy cerca de donde todo comenzó, dos kilómetros al norte de Bahrein, en una isla muy poco paradisíaca, subido a un caballo que pide a gritos que me baje, libreta y grabador en mano, yo: Sir- todavía no tengo el título pero vendrá con la novela- John Chester Voltimor voy en busca de la más fascinante novela épica. Mezcla de amor y esperanza, desazón y lucha, crueldad y poder, infidelidad y destinos esquivos. Bueno, todo lo que hace de una historia una novela exitosa.
La excavación ya terminó. Los hombres salen a medida que la expedición se acerca para dejar paso a los arqueólogos. Cientos de mulatos peludos brotan del pozo que cavaron con la presión del látigo sobre sus espaldas.
Me bajo del caballo: ambos respiramos.
Con sólo asomarme puedo ver que el enorme cráter que provocaron devela una forma como de palacete, del tamaño del baño de la posada.
¿Ahí guardan las herramientas o hay algo?- pregunté.
Lord Voltimor, ese es el templo del Morgenis, la pitonisa.- Me explicó un arqueólogo
¡Ah! Si- qué otra cosa podía a decir.
Bajé apresurado, casi me caigo. Al aproximarme a la entrada me dieron guantes de látex y un barbijo. Me advirtieron sobre no tocar nada.
Al entrar uno de los arqueólogos lloraba, se tomaba la cara con una expresión de felicidad similar a la que pondré yo el día que me den el premio. Otro, con los pulgares introducidos en los huecos que el chaleco deja para los brazos, miraba todo con expresión de orgullo paternal; similar a la que podré yo cuando algún literato me felicite por la novela. Muy despacio y sin tocar nada me acerqué al que, con mirada de pensativo y fascinado –espero que sea mi mirada frente al cheque de la editorial- recorría un pergamino con el dedo índice, pero sin tocarlo.
¿Qué dice?- la ansiedad por el comienzo de mi historia brotaba.
Dice que el mundo como se lo conoce está dividido en dos- me explicó- Que los dioses armaron un mundo para los que son los dueños y otro para los que nacieron para adorar. Que los esclavos se revelarán pero seguirán siendo esclavos mientras no tengan... no tengan… Dice que mientras trabajen no habrán de ser libres y los libres son los que no trabajan. Más o menos eso.
¡Ah! Vine al pedo, no dice nada nuevo.

1 comentario:

  1. Muy bueno! Me atrapó y me hizo reír...que lindo lograr eso en el lector. Por suerte yo no vine al pedo a tu blog. Felicitaciones.

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