EL TERCER OJO

miércoles, 4 de mayo de 2011

Notas encontradas en el cuaderno de un loco.

Deseos colectivos.



Encontrabame en la casa de Maria Gracia. Con la cabeza y los pies apoyados sobre ambos posabrazos del sillón del living, contemplaba la tranquilidad del patio mientras la tarde me regalaba un rayo de luz que se colaba a través de las cortinas naranjas y empujaba a través del mosquitero el aroma de los jazmines recién abiertos, iniciaba noviembre. Dormite unos segundos y cuando recobre la conciencia, seguí con sigilo las decenas de trofeos, orgullo de abuelo, que juntaban polvo sobre el techo de la vitrina que estaba a la derecha del hogar. Estaba desbordada de fotos con familiares sobre sus estantes. Entre los hombres dorados de plástico que decoran las estructuras de las estatuillas que casi llegan al techo, una forma curva, también dorada, captó mi atención. Luego de chequear que nadie observaba mis movimientos, viejas enseñanzas de soldado, arrimé la silla del Negro hasta la vitrina y, una vez arriba de ella, tome el objeto con ambas manos previendo que mi torpeza no provocara un dominó de plástico y mármol.
Indudablemente se trataba de una tetera única, una lechera ostentosa o algo que no podía describir pero que por ahí andaba. En algunas casas tradicionales del Alto Achaval aún se estila conservar bienes de las generaciones más antiguas, primigenias. No es que me interesara sustraerla y venderla como antigüedad. En realidad esa era mi segunda intención, la primera es siempre sacarme la duda. Buscando alguna marca que delatara su antigüedad, un carbono catorce que me ahorrara un paso de investigación, la froté. Inmediatamente un humo negro cubrió toda la habitación y una voz calentó mi oído.
Soy la Genio de la Tetera, la única de Turdera- me susurró.
Aunque me sonó extraño, grosero, todo había ocurrido frente a mis ojos y no suelo desconfiar de mí.
Te ofrezco diez deseos- dijo- pero todos colectivos.
¿No eran tres?- exclamé aunque sin hallar respuesta.- ¿Cómo colectivos?
Si querido, colectivo. Son para todos, no sólo para vos.- me explicó displicente.
Era todo un desafío. Tenía que pensar algo que me beneficie y que no sea tan relevante, no podía lacerar mi ego poniendo a todos a mi altura. No es gracioso ser millonario si no hay pobres; simplemente no serías millonario, es una operación de cancelación matemática simple. Ser el más lindo, el mejor en el fútbol, el mejor investigador, el más inteligente, el más ganador. Todo había quedado descartado ante una medida que de popular se tornaba ridícula. Pensé un rato ante la mirada escrutante de la Genio y decidí hacer los pedidos más cotidianos. Pedidos que por muy cotidianos también se tornan ridículos. A saber:
1- Que comer no engorde.
2- Acordarme de los sueños.
3- Que nunca se me destapen los pies en invierno.
4- Que los cuchillos corten.
5- Que el colectivo llegue cuando yo quiero.
6- Que me agarren ganas de ir al baño sólo cuando estoy en casa, y cerca del baño.
7- Que nunca me duela una muela.
8- Que las remiserías y pizzerías no mientan en la demora.
9- Que aparezcan las cosas cuando las busco.
10- Que las proezas se repitan cuando tenemos un testigo.
No es mucho, pero es algo.

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